Sociedad

Por los momentos, el arcoíris no entra a la iglesia.

En la “actitud” está la clave.

El Papa ha dicho que para cambiar la doctrina se deben modificar primero las “actitudes” hacia determinados temas, dejando claro que, en lo inmediato, no se vislumbran cambios profundos en la Iglesia Católica. Según se vislumbra la prioridad del sumo pontífice es unir el cristianismo y evitar las fracturas por la polarización.

León XIV poco a poco va construyendo el perfil de su pontificado con una delicadeza extraordinaria y sin evitar temas controversiales. Diplomático y político de primer orden, promueve la unidad de la iglesia, entendiendo que lo contrario afecta directamente su capacidad de influencia mundial, es decir, el poder; “Unidad en la Trinidad, Trinidad en la Unidad, porque la unidad sin multiplicidad es tiranía, la multiplicidad sin unidad es desintegración”, afirma.

La actitud se define como la “forma en que una persona se comporta o se siente hacia algo o alguien, influenciada por sus pensamientos, creencias y emociones”; cambiar actitudes centenarias o milenarias constituye el verdadero reto. León XIV nos dice que hacer una norma sin aceptación colectiva es una tarea destinada al fracaso.

Coloca a la educación y el diálogo como herramientas para el entendimiento primario, para el cambio actitudinal y, quizás, para la transformación doctrinaria.

Esta semana el Vaticano hizo público una nota doctrinal llamada: “Una caro (una sola carne). Elogio de la monogamia”, en el que manifiesta su posición en cuanto al matrimonio y las relaciones que incluyen el sexo.

Se podría resumir así:

  • Exaltación del matrimonio como forma de amor, interrelación, procreación y práctica sexual entre parejas (hombre y mujer).
  • El carácter no posesivo y de libre elección entre los cónyuges.
  • El carácter sexual implícito en la pareja, no siempre vinculado a la fecundidad.
  • La monogamia como forma exclusiva del amor conyugal ante la poligamia, el poliamor y otras formas de expresión sentimental y sexual.

El documento es un mensaje claro a la juventud que ve en el matrimonio, la familia y la descendencia caminos que dificultan el acceso al éxito y la felicidad. La misma iglesia cataloga a esta visión como una consecuencia de las ideas individualistas producto del pensamiento postmoderno que vivimos.

El texto indica que la sexualidad en la monogamia no devalúa al placer sexual, sino que lo potencia. La caridad en la pareja es un concepto que se asienta en la entrega de cada cónyuge que no busca un “desahogo” momentáneo e individual, sino expresar una decisión personal de integridad, libertad y plenitud que se alcanza sólo en la visión compartida de la pareja.

Siguiendo las ideas de San Juan Pablo II, el “adulterio” se coloca como la antítesis del matrimonio, el cual se fundamenta en la “pertenencia recíproca”. El sentido de pertenencia se distancia del carácter mercantilista del término y se acerca a la entrega voluntaria y libre de quienes conforman una pareja y construyen un ideal a partir de su amor.

Incluso el Vaticano entiende esta postura como una forma de reivindicar el rol de la mujer, quien puede y debe exigir el mismo respeto y compromiso a su pareja masculina.

Los celos, manipulaciones, infidelidades o vejaciones son calificadas como “enfermedades” que se desarrollan en la incomprensión del sentido de la pareja o la inexistencia del amor verdadero y sagrado que implica la entrega conyugal.

Otro asunto que definen es que en la pareja monogámica el sexo es el complemento del amor y puede tener o no intenciones de procreación.

La Iglesia católica ve peligros en el contenido de los mensajes de los medios de comunicación contemporáneos que, según su criterio, desvirtúan el valor del sexo y su relación con la espiritualidad.

Según su análisis la nueva moral entiende al sexo como una necesidad centrada en el goce del mero acto sexual con implicaciones comerciales y de mercado.

El arcoíris no entra a la iglesia.

En ninguna parte del “Elogio de la monogamia” se menciona siquiera la palabra homosexual, lesbianas o gays para referirse a la posición de la iglesia respecto a las relaciones de personas del mismo sexo.

Lo que sí definen es que una pareja conyugal debe formarse por dos personas de distinto sexo y compartir la monogamia como premisa máxima de amor.

La iglesia relee y se sustenta en relatos bíblicos, toma el Génesis como base y propone: “Dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá (dāḇaq) a su mujer, y serán una sola carne”. Es en este concepto de “una sola carne” que se fundamenta la unidad de la pareja de hombre y mujer. Es decir, sin perder su individualidad, juntos (hombre y mujer) constituyen una nueva entidad bendecida por el matrimonio.

La duda respecto a la posibilidad de que la iglesia bendijera la unión en matrimonio de una pareja con problemas de fertilidad (que obviamente tendrían relaciones sexuales sin posibilidades de reproducción) queda superada al encontrar en el sexo formas sublimes para su realización que exceden la procreación.

Pero, a su vez, excluye a parejas del mismo sexo porque, para el cristianismo, la pareja conyugal (matrimonial) solo es posible entre un hombre y una mujer.

Poligamia o poliamor

La monogamia como condición del amor cristiano excluye otras formas de asociación como la poligamia o las formas del poliamor. Y también cuestiona las relaciones adúlteras por destruir las bases o estamentos de compromiso en los que se sustenta el matrimonio.

“Una caro (una sola carne). Elogio de la monogamia” amplía la visión cristiana del amor y el sexo. Revindica y reafirma al matrimonio y le devuelve todo el carácter simbólico de la unión, eso sí, entre un hombre y una mujer.

El texto tampoco incluye una declaración en torno a formas de planificación familiar, aunque reafirma el llamado al uso de los «tiempos naturales de infertilidad«. Suponemos que el debate forjará una nueva postura en torno al tema o ratificará su rechazo a métodos anticonceptivos o de barrera.

Mucho se hablará de este documento y de las oportunidades para construir nuevas actitudes en torno a la idea del amor conyugal, pero estamos lejos de ver cambios drásticos (que no necesariamente implican un avance) en la doctrina que permitan la ordenación de mujeres como sacerdotes o el anhelo de los homosexuales de que su unión sea bendecida de velo y corona por la Iglesia católica.

Comentar en Facebook