Sociedad

¿Cuál será el lado de la historia de Donald Trump?

Cuando existen dudas o polémicas por algunos acontecimientos, los líderes tienden a afirmar, para validar sus acciones, que “estamos en el lado correcto de la historia”, pero, en el caso del presidente de los Estados Unidos, “el lado correcto de la historia” es al menos difuso o muy increíble.

En 2024, una noticia dio la vuelta al mundo: el dos veces presidente de Honduras y socio estratégico de los Estados Unidos, Juan Orlando Hernández, es condenado a 45 años de prisión al ser encontrado culpable de conspirar para enviar más de 500 toneladas de cocaína a suelo norteamericano.

Muchos analistas (como Jorge Ramos) entienden el indulto como una contradicción del discurso antidrogas de Trump.

Su hermano menor ya se encontraba en las cárceles gringas purgando cadena perpetua por el mismo delito. Juan Orlando Hernández había sido aliado de confianza de Obama, Trump y cayó en desgracia con la administración Biden.

Su expediente incluye delaciones de socios que explicaron la compleja trama de chantajes a cambio de protección, que, desde el estado hondureño, coordinaba el entonces presidente, el cual fue solicitado por los EEUU y extraditado para su condena.

Hoy Trump lo ha indultado aduciendo que su encarcelamiento es el resultado de una profunda injusticia. Esta decisión deja muy mal parado al sistema de justicia norteamericano y a toda la acción de la fiscalía. A partir de ahora habrá que repararle los daños morales y económicos causados a tan ilustre personaje.

El indulto de Trump ratifica que, en los Estados Unidos, un expediente puede ser montado para presionar cualquier conciencia o que, dependiendo del poder (o los amigos), la justicia puede dejarse a un lado, sea cual sea el delito.

El portaviones Gerard Ford, dejó de influir como contrapeso ante Rusia para mostrarse en el mar Caribe.

Es decir, si Juan Orlando Hernández es inocente como dice Trump, entonces el sistema es corrupto y acusa a quien le conviene. Y si es culpable, entonces el poder político se manifiesta superior a la justicia, socavando valores democráticos fundamentales y exponiendo dudas claras sobre el grupo que controla la Casa Blanca.

El relato político de Trump se fundamenta en una lucha encarnizada contra el narcotráfico, por lo que estas y otras decisiones resultan incomprensibles desde el conocimiento público y mundial hasta ahora develado de este delito.

Se suma a este indulto la orden de un despliegue militar en el Caribe para detener el narcotráfico cuando todos los informes de las agencias antidrogas de los Estados Unidos indican que el 95 % se trafica por la costa del Pacífico norteamericano.

También se acusa a Venezuela de ser una amenaza que narcotiza a los estadounidenses cuando las mismas agencias aseguran que la cocaína consumida por los nortemaericanos proviene de Colombia y Ecuador y el fentanilo de Canadá y México, sin tomar en cuenta que los Estados Unidos son uno de los mayores productores de marihuana del mundo.

Pero el presidente de los Estados Unidos está acostumbrado a moverse en terrenos movedizos y ver su nombre en los escándalos más sonados de la sociedad norteamericana y mundial.

Su relación de amistad con Jeffrey Epstein es innegable y configura un affaire peligroso. Las cosas podrían pasar en cualquier momento a los tribunales, pero, conocidas las actividades a las que se dedicaba Jeffrey Epstein y su socia Ghislaine Maxwell, unido el talante misógino de Trump, ¿podría ponerse en duda su participación en alguna de las fiestas ofrecidas en la isla privada?

Trump se encuentra despachando desde la Casa Blanca gracias a que un tribunal federal lo favoreció con una medida de libertad aunque resultó culpable de los 34 cargos federales por los que fue a juicio.

Al conocerse el resultado de las elecciones presidenciales y ser proclamado presidente de los Estados Unidos, en vez de sentencia condenatoria, es declarado libre incondicionalmente.

Entre los delitos está el pago a una actriz pornográfica para silenciar los encuentros sexuales que tuvo con el entonces presentador de televisión (2016) por el temor de que el conocimiento público de estos hechos dañara la imagen del candidato presidencial.

Stormy Daniels considerada una pionera de la industria porno en los años 2000.

La organización Miss Universo, que una vez estuvo en las manos de Donald Trump, es hoy cuestionada por amañar victorias y recibir financiamiento de carteles de la droga; falta que la investigación revele un nuevo nexo del presidente con organizaciones criminales.

El emporio financiero del hoy presidente se forjó en el negocio inmobiliario y de las apuestas, ambos sumidos en el historial de mafias y fraudes más reconocido de los Estados Unidos.

Trump podría acercarse a un límite peligroso en su carrera. El descontento social solo crece en los Estados Unidos; encuestadoras de renombre como Gallup cuantifican su rechazo por encima del 60 %. Pero más grave es la pérdida de peso político nacional y el crecimiento de la desconfianza en el ámbito internacional.

Su presencia y acciones han erosionado las bases del sistema hasta hoy conocido. Ese sistema que se alimenta a lo interno y se retroalimenta de lo externo. Si Trump sigue errático y se convierte en un problema que afecte al verdadero poder, al corporativo, podría estar comenzando a vivir el final adelantado de su camino.

Pero si, por el contrario, su accionar obedece a nuevas formas de ordenamiento interno y mundial de poder, entonces preparémonos y ajustemos las cargas para un nuevo ciclo de consecuencias impredecibles donde la soberanía, las naciones, la democracia, la moral y el poder serán ejercidos y reconocidos de nuevas maneras.

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