Sociedad

Hay agresión sexual, si no hay consentimiento.

El ex directivo de la Federación Española de Futbol, Luis Rubiales, grabó su nombre en la historia de los derechos y reivindicaciones feministas, al ser encontrado culpable de agresión sexual sobre Jennifer Hermoso, al darle un beso en la boca sin su consentimiento.

El hecho fue notorio y comunicacional, visto en directo en todo el mundo, en plena entrega de premios a las españolas, flamantes campeonas mundiales de futbol, 2024. Rubiales como directivo, tomó un puesto en la tarima de premiación allí, muy efusivo, conversó con Hermoso, sujetó con ambas manos su cabeza y procedió a darle un buen beso en la boca.

La imagen comenzó a laborar su trabajo en la mente de espectadores, personas presentes en la cancha, otros directivos, jugadoras, en fin, todos los que lo vieron en directo y en las innumerables repeticiones, tanto en redes sociales como en medios tradicionales. Desde ese mismo momento, comenzó el juicio público sobre el hecho.

Ella dijo que si

Rubiales comenzó a defenderse desde el mismo momento. Al primer comentario sobre su proceder indicó que la atleta había consentido el gesto: “yo le pregunté: ¿te puedo dar un beso? Y ella dijo que sí. Esta tesis la sostuvo e, incluso, fue su máxima defensa durante el juicio.

Jennifer Hermoso, por su parte siempre negó esta tesis y aseguró que en ningún momento él le solicitó permiso, que simplemente le tomó la cabeza y la besó, todo en fracciones de segundos. En el juicio la atleta recordó que Rubiales era su jefe, y esa condición fue un elemento condicionante para el hecho y su reacción.

La sentencia conocida en días pasados deja claro, por lo menos para la jurisprudencia española, que, si no hay consentimiento, hay violencia, lo cual cambia la perspectiva tradicional del abordaje jurídico de estos hechos. Esto es considerado un triunfo en la lucha por la paridad e igualdad de género, sin embargo, la pena impuesta, es la nueva controversia.

Caso Kenneth Zseremeta.

El técnico de futbol panameño, Kenneth Zseremeta, fue técnico de la selección venezolana de futbol femenino desde el 2008 hasta el 2017. Un año más estuvo en nuestro país dirigiendo al equipo femenino del Deportivo Táchira, antes de partir, en 2018, para dirigir la selección nacional femenina de República Dominicana.

 2021 fue un año crítico para el entrenador. Un grupo de 24 jugadoras venezolanas, integrantes de la selección nacional, encabezadas por Deyna Castellanos, presentaron una carta pública donde denunciaron las agresiones, físicas, psicológicas y sexuales de las que fueron víctimas durante el paso del directivo por la selección. Situaciones de discriminación por orientación sexual, castigos físicos y hasta penetraciones, figuraron en la lista de vejaciones y delitos del entrenador.

La FVF tomó la palabra de las jugadoras y abrió una investigación que terminó en la sanción administrativa de 20 años de exclusión de cualquier tipo de actividad relacionada con el fútbol nacional y una multa estimada en 22 mil euros. El técnico negó las acusaciones y apeló ante la FIFA y el TAS (Tribunal de Arbitraje Deportivo, por sus siglas en francés), pero en febrero de 2025, se anunció que el técnico perdió el recurso, siendo validada la sentencia y suspensión de actividades deportivas en Venezuela y a una multa superior a los 26 mil euros.

No conocemos, a la fecha, denuncias penales sobre el comportamiento inadecuado, por decir menos, del entrenador. Se espera que la Fifa le extienda su condena administrativa al resto de los países y que prosperen casos jurídicos por sus acciones.

En ambos casos una figura de poder (masculina) subyuga a sus subordinadas, venciendo los límites permitidos de individualidad, sexualidad y privacidad.

Son cientos los casos que se repiten en la historia de cualquier país con abusos relacionados al género o jerarquía, en los que una de las partes, le impone a la otra, modelos de comportamiento, pensamiento e, incluso, religión.

The morning show y El escándalo (sólo por nombrar dos ejemplos) son producciones recientes en las que se denuncia la aceptación del estupro como convención social, en la que, es normal que una persona con poder, reciba favores de sus sub ordinados, para que estos últimos, puedan labrar el camino en el ascenso laboral.

Tanto es así que en uno de los diálogos el personaje interpretado por Steve Carrel, quien perdió su puesto como presentador en una cadena de televisión, por recibir acusaciones de abuso sexual, se pregunta: ¿Pero que hice? ¿desde cuándo acostarse con el personal es un delito? ¿Desde cuándo preferir a los de tu entorno es un delito?

La normalización de estas conductas son la base de la denuncia del movimiento Me too (yo también) en la que cientos de personas vinculadas al mundo de los espectáculos (hombres y mujeres) relataron sus experiencias de abuso en la industria, y como “el consentimiento” era necesario para triunfar, o por lo menos, lograr una oportunidad para ello.

Más allá del legítimo reclamo por la igualdad de género, el problema parece asociado al comportamiento humano: ¿que hace que una persona, en conocimiento de una posición de jerarquía, ante sus subordinados pretenda ganar ventajas personales, con tareas y labores que sobrepasan los límites de lo laboral? Esto incluye tiempo y talento no dedicado al trabajo para el cual fueron contratados, aprovechamiento del intelecto sin reconocimiento, y, especialmente, favores sexuales.

Hasta ahora la legislación apunta a que, si hay consentimiento, no hay delito, El problema es que esta premisa estaría dentro de toda lógica si no existieran barreras o miedos por las consecuencias de la denuncia. Todo manipulador o chantajista, tiene como ventaja, la auto inhibición de la denuncia por parte del objeto del chantaje o abuso.

El festejo real de Rubiales.

Los abusadores, generalmente avisan de sus actos, van escalando sus acciones y elevando el nivel del abuso. Rubiales, el ex directivo español, tiene su historial, incluso, momentos antes del beso a Hermoso, Rubiales, quien compartía su asiento VIP en las gradas con la realeza española y otros altos directivos de FIFA, festejó un gol ibérico sujetándose los genitales. Todo un presagio de lo que podía venir.

Luis Rubiales ha sido condenado a pagar 20 euros diarios por 18 meses (más o menos 10.800 euros) por el delito de agresión sexual y el bochorno de sus acciones, incluyendo el beso a Hermoso y el apretón de genitales.  El juez fue enfático, al justificar la sentencia, de como Luis Rubiales había empañado el evento y el triunfo de las españolas.

También se le ordenó el alejamiento, durante un año, de Jennifer Hermoso y a cancelarle a la atleta, es decir a la víctima, 3.000 euros, por daños morales. Es en este punto donde se complica el asunto, ya que el juez, con su sentencia, privilegia al Estado por encima de la víctima, a la hora de resarcir económicamente, los daños causados por el perpetrador del abuso.