Javier Milei: el enemigo número 1 del Estado
El concepto de Estado Nación, ese que está por cumplir 400 años organizando a la sociedad, hoy enfrenta como amenazas a la globalización (que pretende borrar sus fronteras), el secesionismo, (que lo fragmenta para crear nuevos estados), y, ahora se suma Javier Milei, el presidente argentino libertario que asegura ser una especie de Terminator, que viene a destruir el Estado desde adentro.
Podemos acusar a este personaje particular de cualquier cosa menos de haber engañado a los argentinos. En su campaña electoral prometió acabar con el control del Estado en todos los sectores. Para ello propone un plan de 35 años que comenzaría con recorte del gasto público, reducción de impuestos y flexibilización en el ámbito laboral, comercial y financiero.
Dentro de sus estrategias para estos objetivos ya ha puesto en marcha la suspensión de ayudas sociales, entre ellas programas de alimentación, y el despido de más de 50.000 funcionarios públicos.
La segunda etapa o generación (como le denominan en el plan) se basa en la reducción de los fondos destinados a pensiones y jubilaciones, del número de ministerios y de todos los planes sociales.
Una tercera generación incluye reformas del sistema de salud, educación y seguridad y la eliminación del Banco Central. Eso prometió y eso está empeñado en hacer.
¿De donde viene el Estado Nación?
El estado nación es la razón por la que un gobierno (que administra a dicho estado) tiene la idea de que debe velar por la salud, educación y bienestar general de sus integrantes. Además de garantizar su libertad, incluido el derecho a la propiedad.
Es la organización superior al feudalismo, en la que, el señor feudal, era el dueño de todo, tierras y medios de producción, y, hasta cierto punto, de las personas que habitaban sus tierras.
En contraposición el Estado Nación es la representación de los nacidos bajo una frontera determinada, y que, disfrutan en “igualdad” de las riquezas que allí se producen.
Se dice que en 1648, con el Tratado de Westfalia, comienza la diplomacia moderna y el reconocimiento de los Estados como hoy los conocemos.
Siglos después con la Revolución Francesa y la Constitución de las Estados Unidos de América, se avanzó mucho más en la idea de las naciones como representación o expresión de sus habitantes. Con cosas públicas, en las que, como connacionales de dichos Estados nos corresponden por derecho, y cosas privadas, que otros connacionales adquieren y disfrutan al adquirir un derecho privado sobre ellas.
En la convención sobre derechos y deberes de los estados (Séptima Conferencia Internacional Americana, Montevideo – 1933) se estableció que un Estado Nación existe si tiene:
- Población permanente.
- Territorio determinado.
- Gobierno.
- Capacidad de entrar en relaciones con los demás Estados.
El gobierno (del estado) al que se hace alusión debe velar por la paz, libertad, seguridad, educación, salud de la población que ocupe (connacionales) el territorio en cuestión. El gobierno es la expresión de sus connacionales.
Los peligros acechan al Estado Nación.
A finales del siglo XX las ideas postmodernistas lograron calar, con efecto publicitario, frases que hablaban del desencanto que había generado en la población la modernidad.
Una de ellas, utilizada hasta la saciedad, incluso en la actualidad, es el fin de la historia, frase que aniquilaba el ideal de progreso permanente y generaba dudas alrededor de la idoneidad del sistema de organización social, en sus estructuras subjetivas, de pensamiento.
Parte del discurso globalizador irrumpe y nos dice que las fronteras no deben existir y que el capital debe ser libre, para poder acabar con ese desencanto propio del capitalismo moderno, esto ataca directamente uno de los componentes del estado moderno: el territorio determinado, y mina además otro valor político fundamental, la autodeterminación y la soberanía.
Las diferencias en el abordaje de lo político al interior de los estados, hace que florezca otro enemigo, la secesión, que no es más que la creación de nuevos estados a partir de uno ya existente.
Milei, al asumirse libertario (el primer presidente en el mundo que se define así) por convicción, ve en el Estado un elemento que coarta la libertad de los ciudadanos. Muy al estilo de George Orwell, un estado vigilante, controlador y recolector de las riquezas de los ciudadanos.
Cree firmemente en que el Estado no debe participar en ninguna actividad, ni organizativa, ni regulatoria de la sociedad. Está convencido de sus ideas y empoderado (por el mismo Estado) para ponerlas en práctica.
El Estado, dice Miei, al no hacer bien su trabajo por inoperante, le deja el camino abierto al socialismo, su otro enemigo número uno, al cual también jura derrotar.
Las contradicciones
En una entrevista realizada por la periodista norteamericana Bari Weiss, (The Free Press) el presidente libertario no se detiene en formalismos. Ataca con todo. Solo se mostró cauteloso cuando le solicitaron su opinión al respecto de las elecciones en los EEUU, sobre eso dijo que, su gobierno, tendrá básicamente dos amigos: EEUU e Israel, por ello prefiere no opinar, porque se entenderá con republicanos o demócratas.
Las frases más contundentes de esa entrevista fueron:
- Me encanta ser el topo del estado. Soy yo quien destruye el estado desde dentro.
- Entiendo que soy horrible para los medios de comunicación porque les he quitado dinero del gobierno.
- Filosóficamente soy un anarcocapitalista y considero al Estado una organización criminal.
- No hace falta que el mundo tenga que sufrir semejante debacle para escapar de las ideas del socialismo. Yo vengo de un futuro apocalíptico para evitarlo. Algo así como la historia de Terminator. De hecho, Schwarzenegger es libertario.
Paradójicamente al ser consultado sobre el papel de los EEUU como “policía del mundo” con la siguiente pregunta: ¿Cree que el mundo es un lugar más seguro cuando Estados Unidos desempeña ese papel?
Respondió:
“La cuestión es que me encantaría tener un mundo libertario. Me encantaría tener el paraíso anarcocapitalista. El problema es que si sigo adelante con la solución anarcocapitalista pero otro país no lo hace, pueden terminar esclavizándonos porque no han abrazado esas ideas. Entonces surge un problema, básicamente, relacionado con lo que llamaríamos el dilema del prisionero y no debido a una intervención violenta, donde no se permite ninguna negociación; es simplemente el hecho de que algunos países no avanzan sobre otros porque temen la respuesta del otro lado. Desafortunadamente, ese es el mundo que tenemos. Y puedo decirles que si sacan a Estados Unidos del papel de policía del mundo, el mundo sería aún peor. ¿Es ideal? No. Pero en un mundo donde otros juegan con reglas diferentes, si eliminas a Estados Unidos y su papel, terminarás encontrándote con un mundo mucho peor.”
El asunto es, ¿esa misma lógica no funciona si eliminas al Estado? Es decir, ¿quién vigilaría que todos jueguen con las mismas reglas al interior de dicha sociedad? ¿No terminarías con una sociedad peor?
Les dejamos el enlace por si quieren leer la entrevista completa. https://www.thefp.com/p/bari-weiss-argentina-president-javier-milei