En busca de la felicidad
Ese era el título de una hermosa (desde una perspectiva) película que relata las vicisitudes de un padre (Will Smith), quien intenta por todos los medios sobrevivir con su pequeño hijo sin ser devorado por la ciudad de New York. Y aunque la película alcanza un “final feliz”, cuando luego de muchos esfuerzos el protagonista triunfa en Wall Street, los estudios indican que la felicidad es mucho más que el éxito.
Entonces, ¿Qué es la felicidad?, ¿Qué nos hace ser felices?, ¿Cómo conseguimos la felicidad? Son preguntas que al menos una vez en la vida nos hemos hecho.
La felicidad se ha convertido en algunos periodos de la humanidad en un tema de moda y los más audaces hasta han llegado a sacar provecho material de ella y de la necesidad de todos de conseguirla. Pero ¿es posible permanecer felices por siempre? Para Buda “La felicidad no depende de lo que tienes o de quien eres, sino de lo que piensas”, y a esa conclusión precisamente parece ser a la que ha llegado tanto el Dr. José Carlos Ruiz (docente en la Universidad de Córdoba y Especialista en Pensamiento Crítico) como el Gobierno de Nueva Delhi – India, en dos visiones que pasan por la enseñanza en la gestión de nuestras emociones y en técnicas que nos permiten la reflexión, la relajación y la meditación de nuestras circunstancias.
Hacemos un resumen de ambos textos para que los evalúen y sean un poco más felices.
“La felicidad se ha convertido en un instrumento de tortura”
Para el Dr. José Carlos Ruiz, nos han condenado a ser felices por obligación, y lo que es peor, por imitación, porque la felicidad se ha convertido en un instrumento de tortura.
La felicidad es un ejercicio diario de realización que dura toda la vida. Pero nos venden que la felicidad es algo instantáneo y fácil de adquirir. Se trata de una felicidad postiza y a la venta que nos convierte en drogodependientes emocionales.
Así somos adictos a las experiencias vibrantes, a un consumo constante de emociones porque la oferta es infinita, lo que lo convierte en una tortura. Se trata de dosis perfectamente empaquetadas que nos mantienen sometidos y enganchados a una actividad incesante; esa es la idea de felicidad que ha calado. La palabra de moda es tendencia: el viaje que no te puedes perder, el último gadget, el restaurante del momento con su cocina fusión, el imprescindible mindfulness.
Eso nos lleva al culto al instante, la prioridad de lo inmediato, la hiperactividad para no perderse esas tendencias que nos prometen la dicha. La felicidad es un modo de ser. Sentirse feliz no es lo mismo que serlo, y tampoco es la alegría de un instante o la satisfacción por un logro conseguido. La felicidad es una manera de ver la vida, de levantarte cada mañana y acostarte cada noche, una actitud con los que te rodean que hace que ellos mejoren y mejores tú.
Las circunstancias influyen y habrá periodos de luto y de recomposición, pero la felicidad es un edificio que se construye desde la infancia con unos valores estables y un modo de ver la vida en positivo.
Se educa con poca profundidad, y lo veo en mis alumnos, que son muy frágiles emocionalmente, con picos de alegría y depresión. Hay que plantar la semillita, hay que enseñarles a pensar. La reflexión en torno a lo que han hecho es obligatoria. Yo distingo entre inteligencia y sabiduría. La sabiduría es algo que hay que desarrollar internamente analizando el sentido de tus actos, y en eso se invierte la vida, desde los 6 años hasta los 90. Hay que atreverse a pensar y a reflexionar, y apartarse del hiperdinamismo, de hacer lo que todo el mundo hace sin tener en cuenta si tus circunstancias están forjadas para eso o no.
Hay que analizar de dónde venimos y de dónde vienen los otros y el contexto en el que se desenvuelve cada uno. Si vas a juzgar a alguien, ten la paciencia de entender por qué piensa como piensa y de dónde procede su manera de ver la vida.
Estamos educando en la competitividad, en el análisis del dato superficial. La estadística se ha apoderado de nosotros. Estamos falsificando la humanidad, claudicando a la matematización del mundo e incluso de la emoción. Hoy pensar, detenerse, reflexionar, es agonizar; es un atraso, porque hay que ir hacia delante. Los coaches que ven mis alumnos universitarios por internet, les dicen: “Sigue tu pasión y conviértela en tu trabajo”.
El mercado nos vende como centro de nuestra vida la realización y el triunfo a través del trabajo, pero hay cosas más importantes en la vida. Hay que dejar de educar en el ego. La gente debe construir su felicidad de acuerdo a quienes son y no exportar modelos.
Tenemos un problema de identidad, ahora los modelos son personajes como Steve Jobs, brillante en su trabajo, pero un tirano con su gente y un mezquino emocional. Y también deberíamos tener en cuenta que por mucho que Zuckerberg lleve la misma camiseta y las mismas bambas que tú, él es una excepción. Si la excepción se convierte en regla, la frustración está asegurada.
El futuro es siempre una proyección, y hoy es tan imprevisible que genera angustia y se impone el carpe diem más superficial. Tú no puedes controlar el futuro, pero sí el proyecto de persona que quieres ser, y eso se consigue con pensamiento crítico. Se repiten muchas tonterías como eso de “sal de tu zona de confort” para conquistar lo extraordinario, cuando lo ordinario es precisamente lo que deberíamos cultivar y apreciar. La rutina que tú te construyes, tus amadas costumbres, eso que te hace sentirte a gusto contigo mismo y con los que están a tu alrededor. Pero la rutina se desprecia, cuando en realidad es la base de cualquier vida. Este mundo tan complejo se sustenta en dos o tres cuestiones básicas, como saber amar. Pero la acción le está ganando la batalla a la reflexión.
Enlace para versión original: https://www.lavanguardia.com/lacontra/20180802/451187640763/la-felicidad-se-ha-convertido-en-un-instrumento-de-tortura.html
¿Se puede enseñar la felicidad?
La felicidad es algo subjetivo: lo que para unos es motivo de alegría, para otros puede ser insignificante. Entonces, ¿se puede enseñar este sentimiento? En India están convencidos de que sí. El Gobierno de Nueva Delhi acaba de poner en marcha en los colegios públicos de la ciudad una clase diaria para que los alumnos descubran cómo pueden ser felices. En las nuevas clases de felicidad, de 35 minutos diarios, no se usan libros de texto ni hay exámenes. Se enseñan técnicas de meditación, inteligencia emocional y actividades que tratan de resolver las necesidades mentales de los alumnos.
El imprescindible mindfulness.( atención plena o conciencia plena)
Este tipo de programas, advierten los expertos, no garantizan la felicidad, sino que dan herramientas para afrontar los reveses de la vida.
El mindfulness se ha colado en las aulas como una práctica para afrontar el estrés, la ansiedad y la depresión, enfermedades en alza entre los jóvenes (Uno de cada cuatro niños entre 13 y 15 años sufre depresión en India, según datos de la OMS), y no solo de India, sino en todo el mundo. Investigadores de la Universidad de Stanford (EE UU) pusieron en marcha hace cuatro años en las escuelas públicas de San Francisco un programa para enseñar mindfulness (básicamente, relajación combinada con yoga) a 3.500 alumnos, residentes en barrios conflictivos. Los primeros resultados apuntan a una reducción del absentismo. Además, los niños duermen mejor.
Los más escépticos advierten que, aunque estos programas para ayudar a las personas a gestionar sus emociones pueden ser muy positivos, hay que tener en cuenta que a veces se confunden sus propósitos con una creciente obsesión: imponer la felicidad.
Enlace para ver texto original: https://elpais.com/elpais/2018/08/09/ciencia/1533812571_887747.html